La referencia más antigua de la que se tiene conocimiento data del año 200 a.C., aunque la descripción fehaciente más antigua proviene del general y político romano Julio César en su escrito Comentarios sobre la guerra de las Galias (50 a.C.). Escritores grecorromanos posteriores también describieron a los druidas, incluyendo a Cicerón, Tácito y Plinio el Viejo. Tras la invasión de la Galia por el Imperio romano, el druidismo fue proscrito por el gobierno romano bajo el mandato de los emperadores romanos Tiberio y Claudio en el siglo I d.C. y acabaría desapareciendo de los registros escritos alrededor del siglo II.
Alrededor del año 750 la palabra “druida” aparece nuevamente en un poema del monje irlandés Blathmac, convertido al cristianismo, quien escribió sobre Jesús diciendo que él fue “...mejor que un profeta, con más conocimientos que cualquier druida, un rey que fue obispo y un completo sabio”. Los druidas también son mencionados en varios cuentos medievales de la Irlanda cristiana tales como Táin Bó Cúailnge, donde se les retrata ampliamente como hechiceros que se oponían a la llegada del Cristianismo. En el despertar del Renacimiento céltico en los siglos XVIII y XIX, grupos fraternales y neopaganos se fundaron basándose en ideas sobre los antiguos druidas en un movimiento que es conocido como neodruidismo.
La palabra druida proviene del latín druides, que a su vez fue considerada por los antiguos escritores romanos proveniente de la palabra nativa en céltico para esas figuras sacerdotales. Otros textos romanos también emplean la forma druidae, mientras que el mismo término fue usado por etnógrafos griegos como δρυΐδης (druidēs).
Aunque no han sobrevivido inscripciones romanas o célticas que alberguen la morfología de la palabra, ésta es cognada con el céltico insular tardío, irlandés antiguo, drui (druida, hechicero) y el galés temprano dryw (vidente). Con base en todas las formas disponibles, la palabra hipotética del protocelta puede ser reconstruida como *dru-wid-s (pl.*druwides) que significa “el que conoce al roble ”.
Los dos elementos provienen de las raíces protoindoeuropeas *deru.[a]y *weid (ver) El sentido de “conocedor del roble ” (o “vidente del roble ”) es confirmado por Plino el Viejo, quien en su Historia Natural etimologiza al término como si proviniera del sustantivo griego δρύς (drus), “ roble ” y del sufijo griego -ιδης (-idēs).
La palabra del moderno irlandés para roble es dair, y de ésta se derivan formas inglesas para lugares, tales como Derry —Doire y Kildare—Cill Dara (literalmente “ templo del roble ”). Hay varias historias de santos y héroes que versan sobre robles, y subsisten en la Irlanda rural algunas historias y supersticiones locales (llamadas pishogues) sobre los árboles en general.