Una taza (del árabe «tassah», y este del persa «tast») es un recipiente con una sola asa, usado básicamente para tomar líquidos, por lo general calientes. En algunos países de Latinoamérica se denomina jarro o pocillo. Puede tener diversas formas, colores y tamaños, presentarse decorada o serigrafiada. Quizá la característica común a todas ellas sea el asa que facilita su manejo. Las de menor tamaño se denominan taza de café, taza de té o con el diminutivo tacita. Las de gran tamaño pueden recibir el título inapropiado de tazón.
Para uso doméstico se fabrican en diversos materiales: cerámica, cristal, vidrio borosilicatado, plástico, y en menor medida en metales como el aluminio o el acero.
Como vajilla habitual en las reuniones sociales, la taza ha alcanzado un curioso simbolismo de objeto representativo del bienestar e incluso el lujo. La fusión de elementos culturales británicos y asiáticos, por emplear un ejemplo entre muchos, se ha reflejado desde el siglo XVIII en el uso y abuso de la taza como icono social. Y así, el té del mandarín chino entroncaba con la costumbre inglesa del té de las cinco, refinamiento social que a lo largo de los últimos siglos se ha representado en diversas expresiones de las bellas artes ( cuadros, esculturas, poemas, etc).
Rainer Maria Rilke, uno de los grandes poetas en lengua alemana, uniéndose a la atracción que a finales del siglo XIX y principios del XX se sentía por Oriente, describe una tacita de porcelana china en estos versos, publicados el año 1907 y editados en español en 1991: Porcelana opalina, frágil, una llana taza de China,
y llena de pequeñas mariposas claras.
La taza con mariposas japonesas de Marcel Proust
Entre 1919 y 1927, Marcel Proust escribió sus memorias literarias en los siete tomos de En busca del tiempo perdido, una de las obras de culto de la intelectualidad occidental del siglo XX. Resulta significativo que uno de los pasajes más 'populares' y acaso el más conocido de los miles de páginas del conjunto de la obra, sea aquel en el que el escritor, protagonista de su " novela río ", tiene un intenso déjà vu mojando una magdalena en su taza de té. También es significativo que dicho pasaje esté al comienzo del primero de los siete volúmenes mencionados.