Una de las principales críticas hacia la industria de la moda está en el hecho de que una persona que adquiere una estética determinada, revelándose como singular y desviándose así de las corrientes de moda más comunes, en realidad está creando otra distinta (Simmel).
Otra de estas críticas es que la propagación de una tendencia en la moda desemboca necesariamente en su fracaso. Toda moda ampliamente aceptada pierde su atractivo al dejar de ser un elemento diferenciador.
En su obra La teoría de la clase ociosa, Veblen relata cómo la moda es una herramienta que la clase alta usa para diferenciarse del resto de clases, fundamentalmente de las más bajas. La belleza y el simbolismo del ocio ; relacionado con el ser pudiente, la sobriedad y la eficacia de las prendas de las clases bajas e industriales, quedan enfrentados. Bourdieu llama a esto prácticas distintivas: la manifestación de la lucha de clases, en este caso simbólica, cuyo objetivo es perpetuar la desigualdad entre éstas.
La difusión vertical de los gustos es el mecanismo según el cual, argumenta Veblen, la moda se transmite de una clase a otra, pues toda clase imita a la inmediatamente superior. Los miembros pertenecientes a una determinada clase pueden identificarse entre ellos al estar en un mismo nivel y diferenciarse de otros al haber una barrera que les separa.
El gusto diferenciado de cada clase no es inherente a sus miembros. Según Bourdieu, es la consecuencia de la socialización de los individuos dentro de las distintas clases, es decir, su familia, su escuela, sus amigos de la infancia, etc.