El río Tíber (en italiano Tevere) es el tercer río más largo de Italia (después de los ríos Po y Adige ), con una longitud de 405 km.
Nace en los Apeninos, en el monte Fumaiolo, en la región de Romaña, y atraviesa las de Umbría y Lazio, pasando por las ciudades de Perugia y Roma. Desemboca en el mar Tirreno, el cual alcanza dividido en dos brazos en Ostia, el Isola Sacra (al sur ) y Fiumicino (al norte). En su curso hay numerosos puentes algunos de ellos de gran valor histórico-artístico.
Navegabilidad del Tíber
El río se utilizó durante muchos siglos como vía de comunicación : en la época romana los barcos comerciales podían remontar el río hasta Roma, hasta el mercado situado al pie del Aventino, mientras que embarcaciones más pequeñas y aptas a la navegación fluvial transportaban mercaderías y productos agrícolas desde la Umbría, a través de un sistema capilar de navegación que penetraba en la región incluso en los afluentes, en particular el Chiancio y el Topino.
El desarrollo del transporte viario y ferroviario y el progresivo asoreamiento, o agradación, de los cauces en la parte baja de la cuenca han anulado completamente esta posibilidad de uso del río (que duró hasta aproximadamente la mitad del 800). Actualmente la navegación se limita a fines turísticos y deportivos con embarcaciones que recorren, desde la década de 1990, tramos del río que cruza la ciudad de Roma.
El Tíber en su paso por Roma
El Tíber en los orígenes de Roma
Desde su nacimiento, Roma estuvo ligada al río. De hecho le debe su propia existencia como aparece descrito ya desde la primera escena de la leyenda fundadora con Rómulo y Remo en la canasta depositada en las orillas del Tíber.
Más allá del mito, los asentamientos que darían origen a la ciudad se ubicaban en las colinas cercanas a un vado del río, próximo a la isla Tiberina.
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