Las potencias absolutistas de la Santa Alianza consiguieron reconducir el proceso revolucionario sin caer, hasta la siguiente Revolución de 1848. El Reino Unido no participa en el proceso revolucionario (es una monarquía parlamentaria), aunque paralelamente contempla el surgimiento del movimiento obrero y el movimiento político de reivindicación de la extensión del sufragio denominado Cartismo.
Se considera como una de las llamadas Revoluciones burguesas o Revoluciones liberales, de la que supone un ciclo revolucionario, continuación de la Revolución de 1820 (originada en España), y que será a su vez seguida por la citada Revolución de 1848 (también iniciada en Francia).
La Revolución de 1830 en Francia, llamada también "Revolución de julio" o "Las tres gloriosas" por haberse desarrollado en 3 días en el mes de julio, fue una revuelta de las clases medias y populares contra el rey Carlos X y su gobierno autocrático. Fue reemplazado por Luis Felipe, de la misma familia pero de la rama denominada Borbón-Orleans. Las monarquías europeas y los círculos legitimistas le dieron el sobrenombre de rey de las barricadas,[1][2] mientras el pueblo francés le apodó el rey ciudadano, en los inicios de su reinado.[3][4]
Cuando Carlos X subió al trono el 16 de septiembre de 1824, Francia estaba regida según los principios de la Carta de 1814, firmada por su antecesor, su hermano Luis XVIII. Los gobiernos monárquicos de los dos últimos Borbones se caracterizaron por intentar restablecer una monarquía con tendencias absolutistas y limitar el ya de por sí reducido poder de las cámaras. A partir de 1821, los gobiernos fueron dominados por ministros ultramonárquicos, provocando un descontento creciente tanto entre los monárquicos moderados como entre la burguesía liberal, y un repunte de las posturas republicanas. Por otro lado, las clases populares venían soportando una prolongada crisis económica y las hambrunas aún asolaban el país.