El término latino patria fue rescatado por los humanistas renacentistas y de ellos pasó al lenguaje común. El Tesoro de la lengua castellana de Sebastián de Covarrubias (1611) así lo reconoce y define patria como «la tierra donde uno ha nacido». En los libros de familia de los campesinos catalanes, por ejemplo, el término patria era sinónimo de comarca o de aldea o pueblo natal, y para los habitantes de Barcelona la patria era su ciudad, «pero, en especial, sus libertades y su forma de gobierno ».
Sin embargo, para mucha gente de la Europa de la Edad Moderna, como de la Edad Media, la patria principal, o acaso única, continuaba siendo el Paraíso o cuando menos la Cristiandad. En la obra catalana Espill de la vida religiosa publicada en 1515 se decía (en catalán): «Nuestra tierra y patria, por la cual somos creados, a la cual debemos dirigir nuestros pasos, nuestros deseos y afectos e intenciones… es la Ciudad del Paraíso… Es aquel lugar del cielo imperio en el cual está nuestro señor Dios y todo el ejército celestial. Es visión de paz, es habitación de reposo…». De hecho en la Edad Media la única patria que existía para el buen cristiano era el cielo o el paraíso y el patriotismo era una mera extensión de la virtud de la caridad. Tolomeo de Lucca decía: Amor patriae in radice charitatis fundatur.
El término patria comportaba obligaciones y compromisos para sus miembros. Así lo recogían las Siete Partidas: «Son tenudos los omes de loar a Dios e obedecer a sus padres e a sus madres e a su tierra, que dizen en latin patria ». Y entre esas obligaciones se encontraba la de morir por ella, siguiendo el ideal clásico del dulce et decorum est pro patria mori.
El término patria fue ampliando su ámbito de pertenencia más allá de la localidad de nacimiento para abarcar el reino, produciéndose la simbiosis entre rey y patria. Por ejemplo, el fraile Martin de Azpilicueta consideraba a Navarra como su patria. Por su parte el sacerdote aragonés Juan Palafox y Mendoza, colaborador del Conde- Duque de Olivares, escribió: «En las monarquías y reinos el buen vasallo no nace en su patria, sino en el corazón del rey y a él solo se le ha de dar todo su amor ». Por otro lado, también se podía definir la patria moralmente identificándola con el lugar donde reinara el bien. Así lo decía el humanista valenciano Juan Luis Vives: «allí tienen su patria, sus padres, sus prendas más queridas y su mejor nombre donde se cultivan la justicia, la paz y la concordia».
En el Diccionario de autoridades de 1726 aún se «mantiene en español [el] viejo e impreciso significado de tipo territorial» de la voz latina patria. La define como «Lugar, ciudad o país en que se ha nacido», mientras que nación la define como «colección de habitantes de alguna Provincia, País o Reino», con lo que patria remite a un lugar y nación al conjunto de los que lo habitan. Por otro lado la voz «patriota» se define como sinónimo de «compatriota» y así se mantendrá en las sucesivas ediciones del Diccionario de la Real Academia, en las que en ninguna de ellas aparece la voz « patriotismo », aunque ya empieza a usarse a mediados del siglo XVIII. Por otro lado, los hombres cultos del siglo XVIII estaban familiarizados con la voz latina patria gracias a sus lecturas de los autores clásicos romanos, especialmente los del período republicano como Tito Livio que evocaban el amor de los romanos por su patria.
A principios del siglo XVIII el significado de patria comenzó a cambiar.