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El título Les Contes de ma mère l'Oye (en español se puede traducir por Los cuentos de mamá ganso o Los cuentos de mamá oca) se refiere a una recopilación de ocho cuentos de hadas escritos por Charles Perrault, y dados a difusión en 1697, bajo el título Histoires ou contes du temps passé, avec des moralités, y con un segundo título en la contratapa del libro : Contes de ma mère l'Oye.​ Pronto esta obra se volvió un clásico de la literatura infantil, en alguna medida opacando el resto de la producción literaria del autor.

Presentación

Origen

Tres años antes del fin del siglo XVII, el por cierto serio y laborioso escritor Charles Perrault, que entonces contaba con sesenta y nueve años, y que se oponía a Jean de La Fontaine, a Nicolas Boileau, y a Jean de La Bruyère, en la llamada Querella de los antiguos y los modernos,​ impulsó la aparición de la primera edición de su recopilación de cuentos, usando el nombre de su tercer hijo, Pierre Darmancour.​ Esta primera edición comprende ocho cuentos en prosa, a los cuales más tarde se le agregan una novela y dos cuentos en verso, ya publicados anteriormente por separado.

Los Contes de ma mère l'Oye surgen en una época en la cual los cuentos de hadas están en boga entre los adultos burgueses y aristocráticos.​ Pero paradójicamente, ninguna obra de este tipo fue pensada y dirigida en esa época a los niños, y solamente una serie de historias era entonces transmitida oralmente a la gente menuda, a través de las niñeras y las sirvientas, muchas de ellas venidas de las zonas rurales para trabajar en las ciudades.​

Por tanto, en realidad y en sentido estricto, Charles Perrault no « inventó » ninguna de esas historias, sino que tuvo el mérito de escribirlas, inspirándose en esas narraciones populares, y tal vez también en Lo cunto de li cunti (pentamerone), recopilación de cuentos efectuada por el italiano Juan Bautista Basile, y cuyo título traducido al español sería "El cuento de los cuentos".

Perrault seleccionó en realidad una ínfima cantidad de esas historias que en la época circulaban abundante y frecuentemente, aunque justo es decirlo, trabajó y transformó en alguna medida algunos de esos argumentos, o al menos la presentación de los mismos.

Y en cuanto a Mamá Oca, un personaje popular y ficticio, bien puede decirse que representa a una campesina muy charlatana que gustaba de contar esas historias.​

En resumidas cuentas, Perrault muy probablemente sería uno de los primeros recolectores o coleccionistas de estas historias para niños, que con frecuencia en esos días se les contaban por las noches o en los días lluviosos, aunque en sentido estricto y como dicho autor no cita sus fuentes, tampoco realmente podemos considerarlo como tal. Pero lo cierto es que Perrault, como ya se dijo, trabajó y modificó un poco las historias que escuchaba, puesto que las versiones orales de origen sin duda eran mucho más crudas y brutales.

Olvidos y sucesos

Desde su aparición en 1697, estos cuentos obtuvieron el favor del público y tal es así, que una segunda edición fue lanzada por Claude Barbin ese mismo año, y también numerosas ediciones holandesas no autorizadas inundaron el mercado, junto a una proliferación de diversas publicaciones de cuentos y recopilaciones sobre temáticas maravillosas y mágicas.​ Como era de prever, esta moda terminó por suavizarse y cuando Perrault falleció en 1703, los personajes de los cuentos de hadas, ya desacreditados y con baja imagen, dejaron su lugar a las historias mágicas orientales.

En efecto, en el año 1704, se dio difusión a la traducción de Antoine Galland de la obra Las mil y una noches,​ y poco después, en 1721, Montesquieu impactó con su novela epistolar titulada Cartas persas (en francés, Les lettres persanes).​

El siglo XVIII en buena medida está marcado, en cuanto a literatura y a teatro musical, por las novelas epistolares​​​​​​ y por la óperas,​​​ y quienes impulsaron esta nueva moda, en buena medida y entre muchos otros fueron Charles Louis de Secondat (Montesquieu), Samuel Richardson, Antonio Vivaldi, Johann Adolph Hasse, Wolfgang Amadeus Mozart, etc.

Los intelectuales y los grandes autores del Siglo de las Luces entonces ignoraron totalmente los cuentos de Perrault, en los que no veían más que la expresión de supersticiones a través de las que el pueblo se embrutecía.​

Fue necesario esperar hasta la mitad del siglo XIX, para que este tipo de cuentos infantiles suscitaran un nuevo entusiasmo. Entonces se puso a la moda, entre las familias burguesas, el leer en casa historias a los niños, y espléndidas ediciones de los Cuentos de Perrault, ilustrados particularmente por Gustave Doré,​ fueron en esos días dadas a difusión, y con frecuencia obsequiadas a los niños, en fechas gratas o como premio por los resultados escolares.​​

El éxito de este tipo de literatura ya no decreció a partir de ese momento y las historias narradas en los cuentos fueron retomadas una y otra vez bajo múltiples formas: ballet, ópera, historieta, musical, filme de animación, película de corto o de largo metraje, etc.

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