La idea de la FIA de crear el grupo B era volver al concepto del Lancia Stratos, el primer coche diseñado exclusivamente para rally, animar a las marcas a entrar en el Campeonato Mundial de Rally para que crearan coches de competición al estilo del Renault 5 Turbo pero que recordaran a los de calle. Lo que si se pasó por alto fue el apartado de seguridad, prácticamente la reglamentación en cuanto a la misma era inexistente: se establecieron pesos mínimos muy bajos, no se pusieron límites en cuanto a la potencia y se permitieron el uso de chasis tubulares y carrocerías de fibra con cristales de plástico. Esta reglamentación tan permisiva acompañado de motores con turbo y materiales ligeros dieron el paso al nacimiento de una generación de coches tan fascinantes como peligrosos. Solo tres años después de su aparición fueron prohibidos para siempre. Aunque en la actualidad los World Rally Car consiguen rebajar los tiempos de los del grupo B, para los aficionados que vivieron aquella época, considerada como la época dorada, los rallyes nunca volverán a ser como entonces.
En 1982 entró en vigor la normativa que sustituía a la vieja legislación que databa de la década de los 60. Esta dividía a los vehículos de rally en tres clases: N, A y B. El primero eran los coches de serie con apenas modificaciones similar al anterior Grupo 1. El segundo con más permisividad en la preparación sustituía al grupo 2, y el tercero era el grupo B que se asemejaba al grupo 4 aunque más alejado. Esta reglamentación permitía a las marcas construir vehículos exclusivamente para competición con la condición de fabricar solo 200 unidades para el mercado y además las nuevas piezas o evoluciones de los mismos, podrían homologarse con solo fabricar 20 coches más. Las marcas disponían entonces de una normativa que les permitía fabricar coches desde cero, abaratando costes y sin necesidad de fabricar las unidades de manera masiva.
La mayoría de los vehículos del grupo B tenían tracción a las cuatro ruedas, excepto el Lancia 037 y el Renault 5 Maxi Turbo, los primeros vehículos que obtuvieron la homologación, puesto que conservaba la tracción trasera, o el Toyota Celica Twincam Turbo también con tracción trasera. La mayoría llevaban motor central, salvo el Audi Quattro o el Citroën BX 4TC ambos de motor delantero.