La palabra evangelista viene del griego koiné εὐαγγέλιον (euangelos, εὔ = "bueno, buena", ἀγγέλλω = noticia, mensaje), que significa aportador de buenas noticias, fundador de buenas nuevas. La expresión en supresión koiné para buenas noticias, ευάνγελιον (eu-angelion) es usado para referirse a los cuatro Evangelios en el Nuevo Testamento; así los Evangelistas son también los autores de los cuatro Evangelios, tradicionalmente conocidos como Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
El término a veces se asocia, erróneamente según los cristianos, con proselitismo. [2][3][4]
La misión de la evangelización comenzó con Jesús mismo, y el cumplimiento de ésta fue su razón de ser en cuanto Cristo. Conforme a sus palabras, lo mismo que él había sido enviado por el Padre, él envía a sus discípulos y a toda la Iglesia, comprometiéndoles en el movimiento mismo de esa misión, para que continúe el ofrecimiento de la Buena Nueva en el corazón de los hombres y de cara a la edificación progresiva del Reino de Dios. La evangelización es llevada a cabo por la obediencia al mandato de Jesús a sus discípulos que aparece en el Nuevo Testamento:
La intención de la evangelización es dar a conocer la salvación, es decir, del sacrificio de Cristo para todas las personas e informar acerca de la venida del Reino de Dios. Esta misión concierne a toda la Iglesia y a cada uno de sus miembros.[5]
La evangelización planteada por las Escrituras empieza con el anuncio del kerigma: es la buena noticia de que Jesús vive, de que ha resucitado venciendo a la muerte. Jesús es el único hombre que, en toda la historia, ha realizado esta hazaña.[6] Con el anuncio del kerigma los apóstoles perseguían el objetivo de ofrecer la salvación, realizada por Jesús, alcanzada mediante la fe y la conversión, confirmada por el don del Espíritu Santo y vivida en la comunidad cristiana, a todos los hombres de buena voluntad.