Desde un punto de vista gramatical, más exactamente morfosintáctico, los nombres son denominados sustantivos. Desde un punto de vista léxico los nombres son clasificados como lexías, unidades fraseológicas o títulos, mientras que la semántica, disciplina que estudia solo su significado, se ocupa de ver cómo los nombres se dividen y agrupan en campos semánticos estructurados por relaciones de sinonimia, antonimia, hiperonimia, hiponimia, holonimia y meronimia o porque comparten algún sema.
Para la semiótica o ciencia que estudia los signos, por otra parte, los nombres se dividen en tres elementos constituyentes según el Triángulo de Ogden y Richards: significado, significante y referente.
Los nombres pueden ser comunes o propios: si son comunes, señalan objetos abundantes, similares e idénticos, por ejemplo, " hombre "; si son propios, al menos en intención señalan personas, animales u objetos únicos e individuados, o que se quiere lo sean, por ejemplo, "Sócrates"; en este tipo de nombres se pierde o no importa demasiado desde un punto de vista pragmático el elemento del Triángulo de Ogden y Richards conocido como significado, que por ello se reduce a ser solamente un segmento en que se unen y oponen significante y referente.
Los nombres pueden venir acuñados ya por la tradición o ser creados para describir una nueva realidad (neologismos). En este segundo caso, suelen ser compuestos y escogidos con los criterios preferentes de brevedad y extrañeza, a fin de que la identificación de la persona, cosa o concepto sea fácil, rápida y clara. Con frecuencia, eso no es posible, así que se recurre a procedimientos de abreviatura como el clipping, acortamiento, sigla o acrónimo, o se recurre a una palabra extranjera más o menos adaptada, el llamado préstamo léxico.
La onomástica investiga los nombres propios, sus significados y su origen histórico[1], y la etimología el origen y causa de cualquier nombre.