En la mayor parte de los casos este lugar lo ocupa la mujer (la esposa, en un matrimonio convencional compuesto por el hombre, la mujer y los hijos e hijas). Del ama de casa se esperan tradicionalmente muchas cosas, pero sobre todo abnegación, cuyo significado es literalmente "negarse a sí mismas" en aras de la familia tradicional, especialmente para proteger a los hijos. Así pues, no es sorprendente que el feminismo cuestione fuertemente dicho rol tradicional del ama de casa, y busque cambiarlo.
En tiempos más recientes, en que los roles de género han ido cambiando, es cada vez más común que el hombre acepte tomar parte de ese rol que tradicionalmente solo desempeñaba la mujer, y las labores cotidianas del hogar muchas veces son repartidas entre la pareja.
Algunos/as economistas feministas (en particular, quienes defienden el materialismo histórico), señalan que el valor del trabajo de las amas de casa no se tiene en cuenta en las formulaciones estándar de la producción económica, tales como el PIB o los datos sobre empleo. Las amas de casa trabajan muchas horas a la semana sin que estas se computen, mientras que dependen del sueldo de su marido o de su pareja.
Durante miles de años, los hombres han sido considerados generalmente como los principales sustentadores en las familias: su trabajo se basaba principalmente en la caza de animales para la alimentación, el cultivo de alimentos o ganar dinero, mientras que las mujeres se han encargado del cuidado de los niños, preparar la comida, limpiar la casa, y de tejer y arreglar la ropa.
En las sociedades de cazadores y recolectores, por ejemplo en la sociedad tradicional de los aborígenes australianos, los hombres cazan animales para la carne y las mujeres recolectan otros alimentos como granos, frutas y verduras.