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Mujer (del latín mulĭer, -ēris),[1] o fémina (lat. femĭna),[2] es el ser humano femenino o hembra, independientemente de si es niña o adulta. Tiene diferencias biológicas con el varón, como la cintura más estrecha, cadera más ancha y pelvis más amplia, diferente distribución y cantidad de vello, tejido adiposo y musculatura. Sus genitales son diferentes y sus mamas, a diferencia del varón, están desarrolladas.
Mujer también remite a diferencias de carácter cultural y social que se le atribuyen por género.
El Día Internacional de la Mujer Trabajadora se celebra el día 8 de marzo.
Reproducción, esfuerzo reproductivo y demografía
La mujer ha realizado y realiza el esfuerzo de trabajo reproductivo que permite la supervivencia de individuos y sociedades.[3] A lo largo de la historia y hasta fechas recientes, con el objeto de garantizar la supervivencia social y en un contexto de altísima mortalidad (tanto en tasa bruta de mortalidad como en mortalidad infantil ), ha sido necesario mantener una muy alta natalidad (tanto en la tasa bruta de natalidad como en la tasa de fecundidad) para garantizar un reemplazo suficiente de las poblaciones.[4]
La mejora en la alimentación, la generalización de la higiene, la sanidad y la difusión de medicamentos han sido decisivos para el fuerte crecimiento de la población mundial que ha pasado de los casi 1.000 millones en el año 1800 a más de 6.000 millones en el año 2000 y a 7.000 millones a finales de 2011.[5][6]
La necesidad de una alta reproducción ha dejado de ser uno de los tradicionales problemas de las sociedades -y por supuesto del mundo en su conjunto- para incluso convertirse, para algunos autores de corte neomalthusiano,[cita requerida] en un nuevo problema, la superpoblación.
La reducción de la tasa bruta de mortalidad es característica de la denominada transición demográfica así como una fuerte reducción de las tasa de natalidad es característica de la segunda transición demográfica junto con cambios sociológicos que afectan básicamente al papel tradicional de la mujer.[7][8]
Los avances y difusión de los métodos anticonceptivos junto con la reducción de la presión social sobre la mujer para mantener la población -al alcanzarse una alta supervivencia de las poblaciones- permiten que se produzca lo que algunos autores como John MacInnes y Julio Pérez Díaz denominan revolución reproductiva. El esfuerzo reproductivo se reduce, la supervivencia de los individuos -la baja mortalidad- permite entonces reducir sustancialmente el número de hijos. En las sociedades modernas se da una alta eficiencia reproductiva que libera a la mujer de buena parte del trabajo que desarrollaba tradicionalmente y la permite incorporarse al mercado de trabajo [9] modificándose sustancialmente las relaciones sociales antes establecidas y advirtiéndose cambios sustanciales: declive del trabajo reproductivo (fundamentalmente en la mujer), derrumbamiento del patriarcado, privatización de la sexualidad y reducción del control social sobre la sexualidad; desaparición de la punibilidad de las relaciones sexuales no reproductivas; alto control sobre la procreación con el uso de métodos anticonceptivos y apoyo intergeneracional muy amplio a hijos y nietos, reforzamiento de los lazos familiares profundos; aumento de los años vividos o madurez de masas; centralidad de la familia y reforzamiento de los lazos e importancia de la misma.[10][11]
Evolución histórica, cultura, antropología e historia cultural
Prehistoria
Aunque existe gran diversidad, dependiendo del tipo de sociedad matrilineal, patrilineal, cazadores recolectores, agrícola filiación, puede decirse que desde la prehistoria, las mujeres han asumido un papel cultural particular normalmente diferenciado y todas las sociedades documentadas han conocido la división sexual del trabajo, por el cual las tareas necesarias para la subsistencia eran asignadas en función del sexo de la persona.